Son muchos los terneros y terneras que van naciendo en casa del Capitán Agulla cada mes. Es lo normal. Es una cuadra que se dedica a la leche de las vacas pintas y, por tanto, nacen unos y otros para que la vaca siga produciendo leche. Pero hay una ternera en concreto que sobresalía. La ternera a la que hago referencia nos miró con malos ojos…
De vez en cuando, cuando salgo con mi hija por fuera de casa, a ella le gusta ver a los animalitos y esas cosas. Ahora los conejos, ahora las gallinas, ahora a montarse en el columpio y demás. Pero un día, cuando nos asomamos a la cuadra de las terneras, se dio una imagen curiosa. Una ternera tenía una poca de hierba seca que estaba comiendo encima del hocico y parecía que tenía un bigote amarillo en la cara. Para inmortalizar el momento, le saqué una foto con la cámara del móvil y tener una foto graciosa.
Al cabo de un tiempo, cuando estaba viendo las imágenes de la galería del teléfono, de repente apareció una foto que, en vez de graciosa, era más bien inquietante. Esto es lo que me encontré:
No se trata de una imagen retocada con Photoshop, no hizo falta. Se trata de una ternera que, aunque parezca venida de otro mundo, imagino que debió encender su visión láser al vernos. Probablemente por la indumentaria que yo llevaba puesta en ese momento…
La verdad es que no se le ve con cara de muchos amigos, así que el día que toque llevar a la ternera para el prado a pastar por su cuenta, seguramente suframos su mal genio. Creo que no le hizo mucha gracia que le hiciese una foto con su bigotillo. Seguramente prefería haberse depilado antes de sacarle la foto, pero la pille “infraganti”.
He de reconocer que algo de “yuyu” sí que da la primera vez que ves esta imagen. Sin embargo, cuando volví a ver a la ternera, ella estaba allí tan feliz, comiendo y cagando como siempre. Estaría disimulando…

