El bautizo de la Pescailla Blanca (15/08/2024)

Hace ya unos meses de esta salida de pesca, así que los recuerdos en cuanto a cifras y peces son muy vagos. Por tanto, vamos a contar de forma aproximada lo que ocurrió aquel día. ¿Qué le vamos a hacer? Uno no tiene tiempo a escribir nuestras aventuras inmediatamente (trabajo, hijos, rutinas diarias, etc.) y a veces va pasando el tiempo y se van quedando atrás, pero no puedo permitirme dejar pasar este día, porque conseguimos aumentar la familia «pesquera» de Los Calaboca. Y digo pesquera, porque hasta el día de hoy, somos todos familia de verdad. A lo mejor dentro de un tiempo se presenta algún miembro extrafamiliar nuevo, vete a saber.

Organizando la salida

Este día era algo que llevaba esperando mucho tiempo. Este mes de agosto mi madre y mi hermana vinieron a casa unas semanas a visitarnos, como hacen de vez en cuando y ya le había dicho a la Pescailla Blanca, que se trajera su Mitchell, que teníamos que organizar un día de pesca para quitarle el polvo a esa caña por fin. Como era lógico, no se dejó la caña olvidada en Sevilla y yo ya la tenía hasta las narices de recordárselo. Yo no soy un pesao, soy lo siguiente, así que mi hermana ya me había llamado de todo y me había puesto de vuelta y media tres o cuatro veces por WhatsApp. ¡Pero conseguí lo que quería!

El caso es que pudimos juntarnos ese jueves por la tarde, tanto mi hermana y yo, como el Capitán Agulla y la grumete Machacona, que también se apuntó a la fiesta. Elegimos el puerto de Burela para ir de pesca, que allí se está tranquilo y siempre es más cómodo para la grumete que tiene que seguir aprendiendo.

Llegada al pesquero

Teníamos pensado ir al espigón de siempre, pero hacía buen tiempo, cuando llegamos, aquello estaba atascado. No se cabía en el espigón. Había gente para los dos lados y no había mucho hueco donde meterse, así que el Capitán Agulla dijo que mejor nos quedábamos al lado del espigón, entre dos barcos que había allí atracados.

La verdad es que así estaríamos más cómodos. No nos molestaría nadie y evitaríamos los típicos enredos de la gente que no sabe lanzar la caña y te cruza tu sedal cuarenta veces. No importa que esté todo lleno de gente o vacío, siempre te cruzan el sedal…

¡Que comience la pesca!

Ellos tres se pusieron a boya y yo armé las dos cañas para fondo. Tenía el inconveniente de siempre… ¿Dónde coloco las cañas a fondo para que se aguanten de pie? Normalmente, utilizo la silla para apoyar la caña en vez de para sentarme (soy el tonto que siempre está de pie), pero esta vez teníamos a mano un par de bombos de basura. Cada uno tenía una pequeña hendidura en la tapa que me venía perfecto para apoyar la caña y que no se moviese para los lados. Aquí vemos (a duras penas) cómo quedaron las dos cañas y al Capitán Agulla preparando su cebo.

El Capitán Agulla creo que fue el primero que obtuvo premio y sacó una caballa. Había movimiento de boyas, pero las picadas tampoco eran muy grandes. La Grumete Machacona, al ver que su padrino pescaba, ya se puso histérica porque ella también quería pescar. Su modo «yo quiero pescar más que tú» se puso en marcha y también pescó alguna caballa.

Si no recuerdo mal, hubo alguna boga por el medio, pero es que ellas siempre aparecen. Las pobres también tienen derecho a comer.

No había manera…

Para formar parte de Los Calaboca, primero debes ser un compañero de aventuras, pero en segundo lugar tienes que pescar algo. No vale solo con echar la caña, hay que sacar algún pez y a la Pescailla Blanca se le estaban resistiendo los peces. Queríamos incluirla en el grupo, pero aunque recibía picadas, no conseguía pillar nada. Aquí la tenemos concentrada en su boya:

En la foto parece un pescador cualquiera, bien preparado, abrigado para no pasar frío y tranquilamente pescando, pero sí la miramos desde otra perspectiva:

Podemos observar varias cosas:

  • Estaba gruñendo en su interior y maldiciendo a las caballas y bogas que andaban jugando con su boya, pero que no se tragaban el anzuelo.
  • Su manejo de la caña y carrete Mitchell es encomiable. Son como carne y uña. (Uña y carne están muy vistos…)
  • Y por último, se estaba cagando en las muelas del que le hizo la foto y el flash de los coj… (piiiii). Que básicamente era yo con mi móvil para fastidiarla un poco más. Somos hermanos… es lo habitual.

¡Sí había manera!

El Capitán Agulla pescó alguna caballa más, e incluso la grumete Machacona también. De vez en cuando la grumete venía a decirme que tenía envidia de su padrino porque él llevaba más caballas y que ella quería ganarle.

Y por fin… ¡La Pescailla Blanca atrapó una caballa! Y de hecho, tenía buen tamaño. Peleó con ella hasta que pudo meterla en la nevera. Sintió por primera vez lo eléctrica que es una caballa cuando la agarras con la mano. Si te pones la cola en la espalda te da un masaje que te deja nuevo.

Así es como se convirtió en miembro de Los Calaboca y desde ese momento ya figura con nosotros en este blog aventurero.

Seguimos pescando

Yo también tuve algunas picadas, pero quedaron en eso. En uno de los lances a fondo, nada más caer el plomo y recoger un poco, empecé a notar que tiraban y algún pez había mordido el anzuelo. El plomo aún ni había tocado el suelo y algo se había enganchado… ¡Era una caballa! Se había comido el cebo mientras el plomo iba cogiendo profundidad. Nunca había visto que una caballa saliese pescando a fondo, pero como ya ha ocurrido cientos de veces, yo y lo raro vamos de la mano. Así, que ¿por qué no pescar una caballa en la caída del plomo?

Durante un buen rato, todos siguieron pescando más caballas, incluida la Pescailla Blanca, que una vez que se quitó el peso de encima, ahora ya enganchaba alguna más. Todo lo que antes era un gesto serio, después se volvieron sonrisas.

La grumete Machacona sacó alguna caballa y ya empezaba a aburrirse un poco, sobre todo por cansancio, porque la noche iba haciendo mella. Pero cuando vio que su tita Pescailla Blanca también la superó en número, hubo un intento sutil y disimulado de ahogamiento:

Solo hay que ver la diferencia de presión de la mano en el cuello de una foto y otra. Ella sigue con su sonrisa de niña buena que no ha roto un plato, pero a la Pescailla Blanca, ya le vemos asomar la lengua con signos de falta de aire.

La Grumete Machacona se apagó

Las horas pasaban y la Grumete Machacona cedió al cansancio. Se sentó en su silla y se arrugó un poco encima de ella, hasta que se quedó dormida y con la cabeza apoyada en el respaldo de la silla. De eso no tenemos foto y es una lástima porque luego no se cree que se ha quedado dormida.

Al poco tiempo, la desperté y le dije que se fuese al coche, que lo teníamos justo detrás y que allí pudiese ir adelantando horas de sueño del día siguiente y de forma mucho más cómoda en el asiento reclinable. ¡Donde va a parar!

Fin de la jornada

Finalmente, terminamos la jornada y fue bastante fructífera. Era hora de irse a casa en busca de la camita. El Capitán Agulla sacó unas 6 o 7 caballas. La Grumete Machacona tuvo 3 capturas, al igual que la Pescailla Blanca, que sacaría otras tantas. Por mi parte, desde que la Grumete se durmió, hice algún lance con su caña a boya y pesqué alguna caballa o alguna boga, no lo recuerdo con exactitud, pero a fondo no obtuve más resultados. Los sargos estaban desaparecidos.

Como siempre, quedamos con ganas de más, pero ahora tocaba descansar y coger fuerzas para otro día de pesca. Conseguimos lo que queríamos que era tener a la Pescailla Blanca ya bautizada y como flamante miembro de Los Calaboca.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *