Encontramos al sargo perdido en Foz (03-07-2016)

Puerto de Foz

Al día siguiente de la triste noche de pesca anterior, donde no hubo sargo, habíamos quedado por la tarde. Esa noche anterior fue cuando volvimos a casa con la caña del Capitán Agulla hecha añicos.

La resurrección

Ese día, después de comer el Capitán Agulla se fue para Vian. Tardó muchísimo en volver. Hasta le mandamos algún “whatsapp” para saber si iba a venir porque no sabíamos nada de él. Y de repente recibí esta foto en mi móvil:

En efecto, esa caña es la misma que se le rompió el día anterior en un lance. La diferencia es que todo el mango que baja desde el carrete hasta el tope del suelo es de acero inoxidable. El Capitán Agulla había estado esa tarde en el taller donde trabajaba, arreglando su caña y preparándola para una nueva jornada de pesca. Podéis ver cómo quedó su caña cuando se rompió en esta entrada anterior.

La única desventaja es que ahora la caña pesa mucho más obviamente, pero como es una caña de unos 3 metros y pico, no se nota demasiado al trabajar con ella. Resumiendo, que los equipos de fútbol ya podían contratar al Capitán Agulla como médico del equipo, porque ante cualquier herida, le damos un trozo de acero inoxidable y él lo arregla todo. Es el “MacGyver del metal”.

Nueva jornada

El caso es que al día siguiente de haber ido a Foz y a Burela a pescar de noche, como nos había sobrado una caja de coreanas enterita (ideales para el sargo) y estábamos en Foz en casa de «la Madrina», al final volvimos a ir al puerto pequeño de Foz a gastar esas coreanas.

Como todo el equipo lo teníamos en el coche, solo teníamos que arrancar e irnos para el puerto. Obtuvimos los permisos pertinentes de nuestras novias/mujeres para poder ir sin que hubiese ningún «problemilla» posterior.

Llegamos al puerto y dejamos el coche dentro del puerto a nuestro lado. No nos hacía falta ni tener que bajar las cosas del maletero, más que las cañas y las sillas. Tal como llegamos, montamos una sacadera porque el Capitán Agulla había preparado una caña para ir a los chocos. Iba a probar fortuna.

Lo que pudo ser y no fue

Lo de la sacadera era por prevención, porque una vez en ese mismo sitio, yo traía enganchada una jibia enorme y no la pude sacar del agua porque estaba con un anzuelo pequeño. Yo estaba pescando a fondo en realidad y no con potera. Se ve que tenía enganchado en el anzuelo un pescado muy pequeño y marrón que son bastante feos y que no tiran ni nada, así que no se notaba siquiera en la caña. Pero al recoger y llegar casi al filo del agua, sentí que traía un peso que no era normal. Me imaginé que eran algas, pero al llegar a la superficie aquellas supuestas algas empezaron a escupir tinta. No eran algas que escupían, sino que traía una jibia que se estaba comiendo el pececillo pequeño que yo traía en el anzuelo.

Si no hubiera estado solo o hubiese tenido la sacadera a mano, la historia hubiera sido otra.

Por fin lo encontramos

Yo fui con las dos cañas a fondo y el Capitán Agulla con una a fondo y otra a los chocos. A los pocos minutos de lanzar, veo que la caña de Capitán Agulla da un tirón y a los 2 segundos un tirón más grande. En ese momento utilicé la llamada de emergencia entre Capitán Agulla y yo: Óeo Óeooo!!!! (sí sí con el acento en la primera “Ó”). Entonces el Capitán Agulla raudo y veloz fue a por su caña y empezó a recoger, pero parece ser que le oponían resistencia.

Cuando por fin trajo a su víctima a las piedras, pudimos verle la cara. ¡¡¡¡Un sargo!!!! ¡¡Encontramos al sargo perdido!! Lástima que los peces no hablan. Aquel tenía cara de llamarse “Dory”. Al fin lo encontramos. El sargo era de unos 200 o 300 gramos, pero era bastante decente para lo que nosotros solemos pescar. La talla mínima es de 22cm y este medía 23cm (¡¡uuuyyyy!!). Por lo tanto, el sargo perdido (ahora encontrado) fue para el cubo. En la foto, Dory no se quiso poner de perfil, así que lo sacamos con el culo para la cámara:

La cosa empezaba muy bien y la marea empezaba a subir, pero aquí acabó la historia… La historia con los peces fue tan corta como lo que tardó Dory en meterse en el cubo. A partir de ese momento solo hubo despropósitos para ambos. Los momentos claves son 3.

Las tres caídas

Primera Caída: Estaban las cañas a fondo y hubo una nueva picada en mi “cutre” Caperlan, que es la mejor pescadora que tengo. Me levanté y agarré la caña y tiré para comprobar si había enganchado algo. La respuesta fue que sí. Había enganchado algún pez y empecé a recoger el sedal. Para evitar que el pez diese contra las rocas me acerqué más al filo del agua pasando de roca en roca. En una de ellas se ve que la suela del zapato no quiso agarrar igual de bien que en el resto de las otras rocas y entonces sonó mi mítica frase… “¡¡ahí vouuu!!”, y efectivamente, allá que fui.

Caí de espaldas contra las piedras y di un buen costalazo. Las piedras eran lisas la gran mayoría, pero eso no evitó el golpe en la zona lumbar, justo antes de donde la espalda pierde su nombre. Aun así, no solté la caña, pero cuando ya me levanté y seguí recogiendo sedal, el pez había escapado. Probablemente, siga riéndose de mí y contándoselo a sus colegas…

– Segunda Caída: Ya casi se habían acabado las coreanas y nos pusimos a tirar a fondo a una zona con menos profundidad, pero que también se ha pescado alguna vez. Una vez que pusimos la última coreana en el anzuelo, clavé la aguja en la caja y la atravesé para que el aire no se la llevase. De repente vino una racha de aire y la caja, aunque a trompicones, empezó a correr con la aguja clavada. Los dos salimos a por ella, porque nuestra intención era no perder la aguja. Con todas las rocas que había para haberse metido entre ellas, la caja se cayó y fue a parar al agua, aunque cerca de las rocas. Entonces nos acordamos de la sacadera. El Capitán Agulla fue por ella y cogió la caja de coreanas. La aguja, ya no estaba allí… Así que la segunda caída también nos fastidió porque perdimos una aguja.

– Tercera Caída: Cuando ya habíamos recogido todas las cosas, el Capitán Agulla metió el sargo en una bolsa y como el cubo con agua tenía bastante porquería, se acercó al agua a limpiarlo y enjuagarlo. Estando allí, justo cuando estaba mirando yo para él, le resbala un pie en la roca en la que estaba apoyado y se cae con la espalda encima de la roca. Se quedó con los pies en el aire por encima del agua, lo justo para no meterlos en el agua y mojarse, pero tampoco para poder apoyarse en ninguna piedra y levantarse. En esa postura, le costó un ratillo poder ponerse de pie. No era fácil hacerlo sin acabar con un pie en el agua.

De mariscadores

Me gustaría destacar otra situación que se produjo esa noche. Yo he pescado muchas cosas, desde cachos de plástico hasta mejillones con anzuelo, pero nunca había pescado cangrejos con la caña… Esa noche, mientras estábamos pescando en la zona de menos profundidad, cuando recogí, traía algas agarradas al plomo, pero en vez de un sargo, traía un cangrejo enganchado que se estaba comiendo mi lombriz. Tenemos pruebas de ello:

Cuando el Capitán Agulla sacó su caña, debía haber encontrado la cueva de los cangrejos, porque no traía uno, traía dos juntos dándose de tortas por la lombriz. Y luego sacamos otros dos o tres más.

En definitiva, la noche fue mala y nos llevamos algunas leches. En vez de pescadores, salimos como lecheros de allí, pero estamos deseando repetir de nuevo y el Capitán Agulla tiene pendiente estrenar un carrete chino que compró hace unos meses y que ha dado unas cuantas vueltas por el mundo, pero que al final ha llegado a su casa. Esperemos que salga mejor que los cascabeles voladores que compró.

Por cierto si alguien encuentra la anilla que perdí de mi «cutrecaña» Caperlan que vaya a nuestra página de contacto y me avise, que parece que desde entonces ya no pesca tanto como antes. Aún no logro entender como desapareció esa anilla y no quedó enganchada en el sedal. De hecho, tampoco quedó rastro de ella en la base donde se supone que iba soldada. Misterios de la vida…

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *