
Nuestra nueva miembro de Los Calaboca se había quedado con ganas de más, después de probar lo que era pelearse con una caballa y alguna que otra boga en la salida anterior. Aquel día, en el camino de vuelta, me dijo en el coche algo así como «pues sí que me ha gustado la pesca». Así que inmediatamente pasó a forma parte de Los Calaboca.
Sin tiempo que perder, el fin de semana siguiente, volvimos a organizar una nueva jornada de pesca, para que esas ganas y ese ánimo por la pesca no decayesen. No recuerdo el motivo por el cual ese día el Capitán Agulla no podía venir con nosotros, pero la grumete Machacona y yo, nos aventuramos solos a volver al puerto de Burela.
Pedazo de madrugón
Esta vez, en lugar de echar la tarde-noche de pesca, decidimos madrugar bastante y aprovechar el amanecer. Así tampoco estamos tan reventados a la vuelta, como pasa cuando venimos de echar la noche y no poder dormir las 8 horas que deberíamos al día siguiente.
A las 5 y media de la mañana, nos pusimos ya en la carretera, para llegar un poco antes del amanecer. Es lo malo de estar a casi una hora de la costa, que en el camino perdemos dos horitas de coche con la ida y vuelta. Ojalá tuviésemos la costa a 10 minutos, pero no tenemos esa suerte.

Después de una hora conduciendo y bostezando por el madrugón, llegamos al puerto de Burela y empezamos a preparar nuestras cañas. Empezaba a amanecer y la claridad nos dejaba ver sin necesidad de linternas.
Apalizando a los demás
Esta vez, para mayor comodidad de la grumete Machacona, le preparé la boya en una caña de poco más de 2 metros, ya que la vez anterior estuvo usando las cañas grandes y le eran incómodas. Todavía es novata y tiene que ir aprendiendo a controlar la caña. Por el bien de todos los que la rodeamos, es mejor que use una caña más pequeñita a que nos pegue un cañazo en la cabeza o nos clave un anzuelo en una oreja.
Fue llegar, ponerle el cebo a su anzuelo y la grumete empezó a pescar. Como si los pescados hubieran estado allí esperando por ella.

En menos de 10 minutos, sacó 3 caballas de buen tamaño y una boga. Todos los pescadores que se ven al fondo de la imagen anterior llevaban toda la noche comiéndose los mocos. Uno de ellos, empezó a decir: ¡¡vaya tela con la niña!! Que llevamos aquí toda la noche y no se mueve un pescado y ha llegado ella y ¡¡ya ha sacado 3 caballas!!
La grumete Machacona no podía ocultar su sonrisita, porque estaba dándoles una paliza a todos los pescadores. Es lo que tiene pertenecer a Los Calaboca, que allá donde vamos, dejamos huella. Y si llevas puesta nuestra camiseta, las posibilidades de pescar son mayores.
¡Yo creo que tú estás pescando sin anzuelo! Dijo otro al que se quejaba antes. No sé si llevaba anzuelo o no, pero lo que estaba claro es que la grumete sigue aprendiendo y como siga así, los que vamos a llevarnos la paliza somos nosotros, los supuestos capitanes de Los Calaboca.
A mi bola con las cañas a fondo
La grumete Machacona siempre quiere que yo me ponga con la boya, pero aparte de que ando buscando algún sargo despistado que quiera salir por allí, es muy difícil atender una caña a boya mientras la grumete no aprenda a colocar su cebo y a manejarse con los anzuelos. Cada poco hay que echarle una mano, y así es imposible atender a la boya durante mucho tiempo.

Así que mientras la grumete aprende, cojo mis cañitas y las sillas, haciendo de soporte, y a ver lo que sale a fondo. Suele haber muchas picadas, pero no comen bien porque deben ser pequeñitos, así que es difícil sacar pescado a menos que tengas alguna picada buena. Aun así es entretenido, porque cada poco suena algún cascabel y los glúteos se ponen en tensión por si viene la picada de verdad.
Esta vez salió un zapatero pequeñito (si llegaba a 300 gramos sería todo lo más) y como a la grumete Machacona le gusta coger todos los peces que sacamos, pues aquí tiene su foto enseñando el tremendo bicharraco. ¡Pero ella es feliz!

Me abuuuuurroooo
Aunque no lo quiera reconocer, cuando pasa un buen rato en el que no hay picadas, la grumete Machacona, empieza a aburrirse un poco y deja de echar la caña. Le falta esa chispa que te hace estar siempre al 100% con el sedal en el agua, esperando cualquier movimiento raro de la boya. Es decir, que sí que le gusta la pesca, pero sobre todo cuando pesca… Cuando la cosa se para (porque siempre hay parones), ya no tiene tantas ganas como cuando llega.
Eso sí, como saques un pez en un lugar concreto, allí que va con su boya a ponerla en el mismo sitio donde hayamos pescado. ¡Como si los pescados estuviesen todos allí debajo! Pues anda que no hay mar.
Nuevo espécimen
Pescando a fondo, tuve una buena picada, de esas que doblan la caña y que se ve claramente que el pescado se ha enganchado. Peleó bastante hasta que pude traerlo a tierra. La primera impresión fue ¿¿¿Eingg??? ¿Qué es eso? Pero después, al acercarme, recordé que ese pescado ya lo había visto alguna vez en la pescadería. Y así era, había pescado un rubio (parece ser que también se le conoce como «Escacho»).

Al parecer, por lo que he leído después, este pez puede, aparte de nadar, «volar» y «caminar» y es cierto. En la foto se le ve como tiene una especies de patitas con las que va caminando por la arena del mar. Y aunque en la foto no se aprecia, las dos aletas laterales se abren como si fuesen alas, entonces puede «volar» en el agua con ellas. Nunca había pescado uno, pero el puerto de Burela sigue sorprendiéndome por la variedad de especies que he cogido ya allí.
Por cierto, en esa foto, además del rubio, también aparecemos los culpables de la foto, tanto la grumete Machacona como yo, aunque un poquito deformados. Si ampliamos un poco el grifo…

Pues con esta nueva especie, ya podemos ampliar la lista de capturas de este año. Todo lo que sea ver cosas nuevas siempre mola. Todavía recuerdo aquella tarde en Burela donde pesqué un pez luna, que yo creo que es lo más raro que se ha visto en mucho tiempo por allí. Aquello sí que fue una sorpresa…
De vuelta para casa
Pues después del madrugón, estuvimos un rato durante la mañana a ver si caía algún pececillo más, pero no hubo suerte. No fue un día muy abundante, pero sí entretenido, así que sobre las 11 de la mañana, cuando el sol ya empezaba a apretar un poco, recogimos todas nuestras cosillas y nos fuimos para casa. Tocaba contar en casa cómo había ido la pesca y la peor parte de todas, que es la de limpiar el pescado con el trabajito que da…